
Agroecosistema - Dehesa (Badajoz)
Ecosistema: Agroecosistema - Dehesa. Comarca: Badajoz / Badajoz / Extremadura
Compuesta por sistemas de agricultura tradicional y agricultura convencional e industrial, incluyendo nuevas tendencias ecológicas, orgánicas… con el fin de obtener alimentos, fibras y otros materiales de origen biótico. También lo forman los sistemas ganaderos extensivos, con presencia o no de árboles, buena parte de los cuales mantienen usos mixtos y pueden calificarse como agrosilvopastorales.
Uso agroganadero
Labranza
El laboreo se practicaba varias veces a lo largo del ciclo de los cultivos. La primera labor era el alzado del terreno en invierno, que daba lugar al barbecho. Su función era la aireación y la obtención de nutrientes (agua, oxígeno o nitrógeno) además del cambio en la textura del suelo, más mullido para una mejor proliferación de las plantas, y la eliminación de la competencia que las hierbas supondrían al cultivo. Dice el refrán que “el barbecho en enero hace al amo caballero, y el de antes, caballero y con guantes”. La segunda labor era la “bina”, un nuevo pase de reja con idénticas funciones que el alzado. Se solía hacer hacia mayo, evitando especialmente la proliferación de hierbas de primavera y contribuyendo con el polvo que se levantaba a combatir las posibles plagas de la arboleda. Menos frecuente era un tercer pase de reja antes de la siembra. Ahora bien, en los cultivos de segundo año (“rastrojeaos”) era preciso pasar el arado a la rastrojera antes de la siembra, lo que se llamaba “cruzar” o “cojechar”. El laboreo se ha reducido enormemente y ha pasado a realizarse con tracción mecánica, tractor y sembradora. Se ha reducido también el número de pases de reja y el alzado del terreno se ve condicionado por la prohibición de roturar el terreno en tiempo de cría de aves que anidan en el suelo. El laboreo del terreno está relacionado con las prácticas ganaderas, puesto que la remoción y la labor modifican la estructura del pastizal y evitan el embastecimiento, pero también detrae terreno de pastos donde se alimenta el ganado, que solo aprovecha en los barbechos algunas yerbas de verano poco significativas. En cuanto a las prácticas forestales, la labor también controla el crecimiento del matorral y puede afectar al renuevo si en la práctica agraria no se cuida dejar resalvos. El laboreo en zonas de pendiente suponía un problema de erosión, que en algunos casos se intentaba corregir construyendo calzadas con las piedras que sacaba el arado. Estas calzadas, o calzos del terreno, eran líneas de piedras colocadas en sentido perpendicular a la pendiente para frenar la fuerza del arrastre del agua, especialmente en los cauces.
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Siembra
La siembra tenía lugar en otoño, con las primeras aguas; la cebada y avena eran las primeras que se sembraban (refranes populares como "las lluvias de febrero hacen bien a las cebadas" reflejan la importancia de las precipitaciones en determinado momentos del año para que la cosecha sea buena. " Febrero cebadero"). Las semillas se esparcían a voleo sobre los surcos abiertos o, en el caso de algunas leguminosas, sobre los rastrojos, para ser enterradas luego por el arado. Las habas se sembraban“a cocera”, es decir, echando varias semillas cada cierto tramo. Aunque los cultivos más habituales eran los que se sembraban en otoño y se recogían a finales de primavera y en verano, los había también de ciclo más corto, una suerte de barbecho semillado. Este era el caso de los garbanzos, sembrados hacia marzo y recogidos en verano, o los melones y sandías, sembrados hacia mayo y recogidos en verano. Tras la siembra, se solía “maquinar”, o dar un pase con la máquina, una especie de peine que rompía la costra que hubiese desarrollado la labor y eliminaba algunas hierbas que hubieran nacido. Beneficiaba el desarrollo del cultivo y solía hacerse hacia noviembre y diciembre, casi siempre al cereal. Actualmente no se practica. La escarda se hacía manualmente para eliminar malas hierbas, normalmente hacia febrero, a mano o con un “sacho” o escardillo, de ahí que a esta labor de escarda se le llamase “sacha”. Las especies que más habitualmente se sembraban eran trigo (con una gran cantidad de variedades tanto locales como foráneas, tipo cabezón, candeal, curichi, herrera, medina y raspinegro), cebada (caballar y del país), centeno, algarroba (Vicia ar ticulata), altramuz (Lupinus albus), guisante (Pisum sativum), veza (Vicia sativa, V. angustifolia) y haba de las variedades cochinera y tarragona. En el medio barbecho se sembraban garbanzos, sandías y melones. También estaban presentes en los cultivos numerosas plantas adventicias, como la amapola (Papaver rhoeas), la avena loca (Avena sterilis), los jaramagos (Diplotaxis erucoides., D. catholica y D. virgata) o la veza (Vicia sativa subsp. sativa). En la actualidad se ha reducido el número de especies sembradas y casi han desaparecido las variedades locales. Cuando se cultiva es exclusivamente para aprovechamiento del ganado, especialmente como heno, para lo que se siembra una mezcla de veza y avena, o para aprovechamiento a diente. Veza, avena y cebada son los cultivos más habituales, a los que acompaña alguna vez el triticale, de nueva introducción y para aprovechamiento a diente.
Fertilización
Una fuente de fertilizantes para el terreno de la dehesa era el excremento y orín del ganado, especialmente de oveja. Ahora bien, no todo el terreno se majadeaba, o no en todas las fincas se hacía. Solían majadearse los terrenos que iban a ser sembrados por el propietario, mientras que los peores lotes y sin majadear se daban a colonos, que eran quienes llevaban a veces hasta las fincas el estiércol de sus cuadras. El estiércol debía dejarse fermentar (cocer) en grandes montones, siendo removido para ello cada cierto tiempo. Una vez hecho, a finales de verano normalmente, se iba esparciendo a pala por los barbechos para la posterior siembra. Sin embargo, en algunas fincas grandes se usó mucho el nitrato de Chile y algo más tarde los fertilizantes químicos. Hoy en día cuando se siembra, cosa cada vez menos frecuente, suelen utilizarse fertilizantes químicos, aunque no en grandes cantidades, que se esparcen con maquinaria específica. El ganado era la principal fuente de fertilizantes, junto con los animales de labor.
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Cosecha
Se hacía a finales de primavera o principios de verano, siendo la avena la primera en recogerse, hacia mayo, y el trigo de los últimos. Aunque hay algunos refranes populares andaluces como "avena de febrero llena el granero" que apuntan a que la cosecha puede ser más temprana. Se hacía con hoz en el caso del cereal, y arrancando a mano o ayudándose de un hocino, a veces con guadaña, en el caso de leguminosas. No obstante, en algunas ocasiones se sembraba cebada como forraje para el ganado, sobre todo las bestias, por lo cual se segaba en verde en primavera. Melones, sandías y garbanzos se destinaban a la alimentación humana. El trigo era base de la dieta de las gentes, aunque una parte también era para el ganado, al igual que el resto de cereal y leguminosas, como también lo era la paja. Los rastrojos, como se ha indicado, eran aprovechados también por los animales. Actualmente apenas se cultiva en las dehesas de la sierra y, en estos terrenos, no se limpia el grano, sino que se recoge como heno y se empaca. En las dehesas más llanas y fértiles hay casos en que se separa el grano de la paja. En cualquier caso, todas estas labores se hacen mecánicamente con cosechadora o, en caso contrario, con segadora, peine y empacadora. El aprovechamiento a diente también es una opción en algunas fincas.
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Pastoreo y movimientos de ganado
El pastoreo permitía el aprovechamiento de los pastos y del matorral y podía hacerse de dos maneras. Para el pastoreo estante se cercaba el terreno, generalmente con paredes de tapial o piedra. En muchos casos no existían cercas, a veces ni siquiera un cercado perimetral por las lindes de la finca, por lo que era necesario un pastor. Se iba rotando por las distintas hojas de la finca, según los momentos, siguiendo el ciclo de los cultivos o la presencia de bellota, y estableciendo en algunos casos “guardados” o lugares reservados para el crecimiento de pastos. Los pastores, cabreros, vaqueros o porqueros los conducían a distintos careos, es decir, zonas de desplazamiento en el día por distintos lugares de las fincas, según el momento del día y las condiciones meteorológicas.
. Hierbas muy valoradas para el ganado (“yerbas gordas”) eran los alfileres o tenedores [Erodium cicutarium (L.) L’Hér.], la cerraja (Sonchus oleraceus L.), los carretones (Medicago sp.) o la lenguaza (Anchusa azurea). Muy importantes eran también las “yerbas de verano”, como la enredadera o correhuela (Convolvulus arvensis L.), la grama [Cynodon dactylon (L.) Pers.] o la verdolaga (Portulaca oleracea L.), que crecen en los barbechos y rastrojos y tenían gran valor en esa época. Para las cabras eran apreciados por sus brotes, flores o semillas la jara pringosa (Cistus ladanifer L.) y otras especies de este género, la aulaga (Genista hirsuta Vahl), el cantueso [Lavandula stoechas L. y L. pedunculata (Mill.) Cav.], la coscoja, la encina, la escoba [Cytisus scoparius (L.) Link], la retama [Retama sphaerocarpa (L.) Boiss.] o el romero. La función principal del pastoreo era la alimentación del ganado, pero con él se contribuía también al control del matorral y a la mejora de la fertilidad del suelo con los excrementos y orines, además del referido efecto en la composición de los pastos.
La movilidad de los animales los hace especialmente aptos para aprovechar los distintos recursos. Además del desplazamiento por todos los ámbitos de la finca, los animales podían desplazarse entre fincas o entre agroecosistemas, sacando partido de las puntas de producción de biomasa en cada uno de ellos y dando descanso y posibilidad de recuperación productiva al territorio. Además de la trashumancia de rebaños de ovejas procedentes de Castilla, que invernaban en dehesas de Extremadura, existían también desplazamientos entre fincas de un mismo propietario en el municipio o municipios cercanos, adaptándose a las condiciones microclimáticas de cada una de ellas. Así los herbívoros salían de la dehesa a tierras calmas para dejar la bellota a los cochinos en tiempo de montanera; los cerdos iban a las campiñas a aprovechar la espiga caída tras la cosecha o a los olivares a comer restos de aceituna y yerbas primaverales; las vacas se desplazaban a fincas cercanas a ríos en verano, donde la vegetación alta de ribera les era más propicia; y sobre todo las ovejas salían “de agostadero” en verano, a pastar los rastrojos de las tierras calmas, en comarcas de mayor aptitud productiva, o en hojas de labor del mismo territorio. Las ovejas de Castilla se desplazaban en otoño e invierno a dehesas de Extremadura, cuando el frío hacía que no hubiera pastos disponibles en la submeseta norte, para las que se arrendaban fincas o aprovechaban los pastos de las vías pecuarias por las que transitaban, que era sobre todo lo que ocurría en la comarca de Tentudía. El animal que más se desplazaba era la oveja, y el que menos la cabra. La finalidad principal de la práctica era la alimentación del ganado, pero daba lugar a la fertilización del suelo de los lugares de destino y a la recuperación de la vegetación de los de origen.
La trashumancia tenía normas tanto escritas como consuetudinarias, que regulaban el periodo en que el ganado había de desplazarse, las rutas, los días máximos de estancia en descansaderos, la prelación en el paso o el tamaño de las vías pecuarias.
Actualmente la trashumancia es una práctica residual y la marcha a agostaderos es también casi testimonial, aunque más extendida que la trashumancia. Hay que tener en cuenta que las tierras de cultivo no suelen estar alambradas, y la custodia con pastor supone un coste difícilmente asumible. Evidentemente el aprovechamiento con que más se vinculaba el desplazamiento del ganado era la agricultura, a la que complementaba, especialmente por el majadeo de ovejas.
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Uso forestal
Siembra
El resalveo y formación del árbol tenía lugar por tanto en la época de la roza, el laboreo y la poda, prácticas con las que hemos visto estaba vinculado, y se formaban pies de encina, alcornoque, quejigo o roble melojo, según las zonas. La siembra de encinares no era habitual, aunque algunos propietarios o empleados enterraban o rehundían bellotas de encinas dulces. Sin embargo la memoria colectiva guarda el recuerdo de hojas de terreno enteras convertidas en alcornocal por siembra. En la actualidad el resalveo sigue siendo la práctica habitual en zonas en que ahora prolifera tanto el matorral, ya que se pueden dejar muchos resalvos cuando se desmonta.
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Selvicultura
Salvo en algunos casos que se pueden constatar en alcornocales, la forma habitual de creación y mantenimiento de la arboleda de la dehesa ha sido el resalveo o selección de renuevos de matas de quercíneas para formar árboles. Cuando se rozaba el terreno o cuando se laboreaba, se iban dejando uno o varios “resalvos” a los que se daba una poda de formación o “apostado” llegado el momento, siguiendo una forma canónica, normalmente con dos ramas principales. Se solía ir dejando resalvos donde se preveía que fuera necesario sustituir un árbol ya viejo, o donde por alguna razón desapareciera alguno.
PODA
Los árboles de la dehesa son una elaboración cultural, tanto por la selección genética, como por la forma canónica de los mismos y su manejo, en todo lo cual tiene una importancia principal la poda. La primera de ellas es la de formación, para ir dándoles la forma adecuada. Por lo general se buscaban árboles ya suficientemente desarrollados de dos ramas principales o ramas de cruz, aunque en dehesas sobre suelos fértiles pueden soportar tres. En muchos casos se indica que había que abrir las ramas de cruz a la altura del pecho de una persona, esperando que crecieran. Hay que tener en cuenta que, al ser árboles a los que había que subirse para las podas de mantenimiento posteriores, no convenía dejar muy alta la cruz. En los alcornoques, sin embargo era frecuente que las cruces quedaran más altas para ofrecer suficiente superficie en donde desarrollarse las planchas de corcho. Durante la poda se iban cortando ramas que no fueran interesantes. Por ejemplo en el caso de la encina se suprimían las que fueran hacia arriba desde el tronco (ramas de “trepa”), porque producían menos bellota. Sin embargo en el alcornoque era preferible dejar algunas llamadas sombreros que protegían del sol al tronco, donde se produciría el corcho. Convenía no cortar ramas gruesas, de más de 10 cm de diámetro, porque los cortes son heridas por donde se introducen enfermedades. También había que ir dejando ramas pequeñas, que en el futuro sustituyeran a otras grandes que pudieran desaparecer. Se buscaba que el árbol tuviera una forma globular aunque según las zonas y el interés que hubiera por la bellota o la leña, esta sería distinta. Los quejigos se podían podar al desmoche, cortando todas las ramas gruesas, porque rebrotan bien. El tamaño del hacha que se empleaba dependía del grosor de las ramas que se fueran a cortar, de gran tamaño para cortar ramas gruesas, y pequeñas para ir limpiando ramas menudas.
En las dehesas más llanas y/o sobre pastoreadas, la carga ganadera hace que los animales acaben con los rebrotes, por lo que no es posible renovar la dehesa. Por ello actualmente es bastante frecuente la repoblación con encinas y alcornoques, que además han contado con subvenciones de las administraciones públicas. Para ello hay que controlar el acceso del ganado a las parcelas donde se realizan las repoblaciones, y como consecuencia controlar los incendios con el laboreo. Otra medida es proteger los nuevos pies. Otra forma de manejo de los árboles era la “entresaca” o eliminación de árboles, sobre todo encinas, cuando se consideraba que había mucha densidad o estorbaba alguno. A veces los carboneros derribaban ocultamente alguna encina para carbón. Hoy en día esta práctica no tiene lugar, entre otras cosas por el retroceso de la arboleda y por el control de los forestales ante la tala de árboles.
Inventario Español de Conocimiento Tradicional relativo a la Biodiversidad
Créditos imagen: DBG-INIA
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Otros aprovechamientos
SACA DEL CORCHO
Cada nueve años se quitaba el corcho a los alcornoques. Este se va desarrollando entre la madera del árbol y la casca, la película que lo reviste. En los escasos terrenos con matorral, un trabajo previo al descorche era la limpieza del terreno, al menos bajo el árbol, y adecuar caminos de llegada y vías de extracción de las planchas. Con un hacha especial bastante curva en su filo había que ir dando golpes para abrir las “hiendas”, líneas que delimitarían las planchas o corchas que se iban a sacar. Había que tener cuidado de no herir más que la corcha sin llegar a la corteza del árbol pues este se puede resentir y salirle bultos que harían que las planchas que crezcan para la siguiente saca mostraran protuberancias. Esto va en detrimento de la calidad de las propias planchas y dificulta su arranque, al quedarse más pegadas al árbol. Una vez “dadas” las rayas o hiendas se metía entre ellas un palo aguzado o el propio cabo del hacha, también un poco cortado al sesgo, para ir haciendo que se desprendan las placas. Se empezaba esta operación por el tronco para terminar desprendiendo los “aparejos” (planchas que quedaban sobre las horcajas y en las ramas de cruz del árbol), de tal manera que en ellas se sujetaran los hombres que cortaban desde arriba y no resbalaran. Se cortaba desde unas cuantas cuartas más arriba de la cruz, y cada año se iba subiendo un poco más, con el crecimiento del árbol, pero sin llegar a descorchar más allá de la segunda cruz de ramas. La corcha de la parte inferior del alcornoque, la que pega con la tierra, se llamaba “zapata” y para arrancarla había que echar mano de un azadón. Los especialistas en extraer la corcha, eran los “sacaores” o “descorchaores”, que debían tener bastante pericia, por el pulso que se requería y por la precisión del corte. Tras ellos venía el “rajaor”, que se encargaba de rajar las planchas, cortándolas en tiras más estrechas y menos curvas que las que salen al desprenderlas del contorno del árbol. Los “juntaores”cogían estas planchas y las sacaban de debajo de los árboles hasta el lugar donde pudieran cargarla los hombres que iban con las bestias. Estos, a su vez, las llevaban hasta el lugar donde se pesaba el corcho para su venta a los intermediarios o a los cocederos y fábricas. Pero del corcho también se sacaban colmenas para las abejas y utensilios diversos, como tapones, fiambreras, “cucharros” (especie de cazos o cuencos para diversos usos) o asientos.
Como se ha indicado, la época de saca era entre mediados de mayo y mediados de agosto, cuando “se da la corcha”, es decir, que se puede desprender con facilidad. La cadencia de nueve años entre cada saca venía marcada por la tradición, aunque no era algo rígido sino que, dependiendo del beneficio que hubiera tenido el árbol, se podía retrasar un año, no más, hasta que el corcho fuera lo suficientemente grueso.
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Otros
TRATAMIENTO DE PLAGAS
La polilla lagarta (Lymantria dispar) era la plaga que más atacaba a la arboleda, para lo cual se fumigaba cada ciertos años en primavera, con productos químicos en mochila o desde avionetas a partir de los años sesenta y hasta la actualidad. Las fumigaciones han causado problemas a la fauna, sobre todo a las aves. Las palomas eran también un problema para la cosecha de bellotas y en algunas fincas se usaban cohetes para espantarlas. Actualmente no hay apenas problemas de lagarta y se fumiga muy esporádicamente y con avionetas. Sin embargo, la seca de las encinas y alcornoques es un problema gravísimo, que asola áreas crecientes de dehesa y parece estar muy relacionado con la tiña del castaño (Phytophthora cinnamomi Rands). El coleóptero Cerambix cerdo Linnaeus, 1758 también es una plaga mortal para el arbolado, y contra él se utilizan, con escasos resultados, compuestos líquidos que tienen la función de trampas de cebo.
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Caza y Pesca
Caza mayor
La caza era una práctica habitual en el agroecosistema. En la dehesa tradicional era una fuente de ingresos solo para un reducido grupo de personas, gente de clases populares, jornaleros por lo general que, en momentos en que no tenían trabajo o en ratos libres, salían a cazar y vendían las piezas en el pueblo. También había gente que cazaba alguna pieza para autoconsumo. Las escopetas y su munición eran un bien relativamente escaso y costoso, por lo que la caza como ocio era algo infrecuente, estando reservada a gente pudiente.
Con la escopeta se cazaba al salto conejos, liebres (Lepus europaeus) y perdices (Alectoris rufa). En puestos era más frecuente la caza de palomas y tórtolas. Los ojeos, con batidores o “jucheadores”, eran más habituales para la perdiz. Igualmente en puestos se cazaba la perdiz con reclamo, para la que se apresaban con trampas pájaros que cantaran bien. Con reclamo de cimbel se cazaban también palomas. Las monterías no eran frecuentes, habida cuenta del escaso número de ciervos y jabalíes. Se daban solo en lugares de mucho matorral que, como hemos visto, no era lo habitual en dehesas llanas y/o laboreadas. Las gentes de clases populares cazaban con lazo conejos y liebres, además de otros animales que en ellos cayeran. También había quienes cazaban lanzando un garrote, sobre todo a liebres encamadas, cosa a la que eran aficionados ciertos pastores. La caza de algún lobo o zorro era gratificada por los dueños de fincas o el ayuntamiento.
En otoño e invierno se cazaban pájaros como cogujadas o cogutas (Galerida cristata), gorriones [Passer domesticus], estorninos o tordos (Sturnus unicolor), trigueros (Miliaria calandra) o zorzales (Turdus viscivorus). Eran atrapados con “costillas” (pequeña trampa de ballesta) utilizando como cebo un gusano, la hormiga con alas (alúa), grano de trigo o aceituna. Sobre todo los cazaban los muchachos, que también cazaban pajarillos con tirachinas y cogían nidos de diversas aves, como mirlos (Turdus merula). En los lugares donde beben los pájaros en verano se cazaba también con liga o liria, una suerte de pegamento, o con escopeta de balines. Otros pájaros que se mataban, se apresaban o se cogían los huevos de sus nidos eran el alcaudón o acaburdón (Lanius senator y L. Meridionalis), arrendajo o triguero [Garrulus glandarius], carbonero (Parus major, lavandera o churubita (Motacilla alba), gorrión chillón o gorriato montesino (Petronia petronia), herrerillo (Parus caeruleus), jilguero (Carduelis carduelis), y verderina (Emberiza cirlus). La caza tenía lugar a lo largo de gran parte del año, pues en verano podían cazarse tórtolas y palomas, además de pájaros en las aguas; en otoño e invierno liebres, conejos y perdices, así como pájaros con costillas; y la primavera era tiempo de nidos. La finalidad principal de la caza era la alimentación humana, raramente se practicaba por puro ocio. Pero también se conseguían pájaros de canto, siendo la caza de pequeñas aves y la búsqueda de sus nidos un entretenimiento para los niños. Aunque existían unos tiempos de veda establecidos por la autoridad, no siempre eran respetados.
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Otros
Rituales, antes exclusivos de las clases altas que practicaban la caza y que en la comarca nunca se dieron, como el bautizo del novicio en la caza mayor, ahora empiezan a proliferar con el aumento de las monterías. Actualmente, la caza como actividad económica ha cobrado bastante auge en la dehesa, alquilándose cotos de caza que han proliferado por doquier, bien privados, o bien de sociedades locales de cazadores.
La caza se practica hoy en día por ocio, aunque alguna que otra pieza pueda venderse. Ha aumentado enormemente el número de cazadores, tanto de los pueblos como de fuera, debido a la facilidad de los desplazamientos con los nuevos medios de transporte y el aumento de nivel adquisitivo. Todo ello ha supuesto una fuerte presión sobre liebres, perdices y conejos. A este asunto se une el descenso de los cultivos, lo que explica la menor presencia de palomas y de tórtolas comunes, aunque ha aumentado el número de tórtolas turcas [Streptopelia decaocto], desconocidas hasta hace un par de décadas. Con el avance del matorral también ha aumentado la población de ciervos, jabalíes y zorros. Los dos primeros son ahora buscados para monterías o ganchos, en cotos de grandes fincas, o “furtiveados” por cazadores locales. Los zorros también se cazan en batidas, sobre todo por sociedades locales de cazadores. La caza con costillas y tirachinas es ya anecdótica, entre otras cosas debido a la estricta normativa sobre aves, especialmente insectívoras.
Las sociedades locales de cazadores han emergido como entidades importantes en los pueblos, para que puedan cazar los vecinos, y para gestionar la caza y relacionarse con el territorio. Ahora bien, la mayoría de los terrenos suelen ser cotos privados.
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Recolección
Frutos, hojas y leñas
COSECHA DE LA BELLOTA
La cosecha de la bellota tenía lugar sobre todo en los terrenos en que se cultivaba, pero también en ciertas zonas donde convenía dejar libre el terreno para los rumiantes. Igualmente se hacía en lindes o cerca de cauces de agua donde era más probable que desapareciera el fruto. La cosecha la hacían cuadrillas de mujeres que recogían la bellota del suelo, bien la que ya se hubiera caído, o bien la que era vareada por hombres con largas varas. De los cestos en que se depositaban tras cogerlas del suelo se vaciaban a sacos. Posteriormente la bellota era esparcida en un llano junto a los cortijos y se le iba dando vueltas en cordones, para que se soleara, se oreara y no pudriera. Finalmente era utilizada para rematar la alimentación de los guarros gordos al final de la montanera.
La bellota podía cogerse desde finales de noviembre, pero sobre todo en diciembre. La fiesta de la Inmaculada, la Pura (8 de diciembre), era una referencia para el momento de la recolección.
Como se ha indicado, la función de la cosecha de bellota era la alimentación del ganado de la finca. La venta era menos frecuente.
El consumo humano de bellotas era frecuente, como una suerte de snack cuando se iba al campo, pero también se recogían algunas para tomar en casa, crudas o asadas. En tiempos de hambre se llegó a hacer en tortilla, e incluso se elaboró harina de bellotas.
Actualmente no se recogen bellotas debido al alto precio de la mano de obra. Sin embargo, el auge del cochino ibérico alimentado con bellota y de denominación de origen hace que algunas fincas precisen de ella para los momentos finales del ciclo del cerdo y tengan que comprarla.
La producción y cosecha de bellota estaba vinculada al aprovechamiento por el cerdo, pero también a las podas, que propiciaban que hubiera más fruto, en detrimento de ramas de sostén, y a los cultivos, ya que se solían coger en los sembrados.
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Plantas silvestres, medicinales, aromáticas
La dehesa, como agroecosistema de gran diversidad, producía muchas plantas vinculadas a los distintos espacios y usos de la misma: agrícolas, forestales y ganaderos. Como una de las características de las economías campesinas ha sido la diversificación de fuentes de sustento, y sobre todo entre los trabajadores sin tierra en un contexto latifundista, el bajo salario no podía ser el único medio de vida. Este se veía complementado por la recolección de plantas y frutos, para alimentación, medicina o uso veterinario, bien para autoconsumo o para venta. Durante los tiempos de penuria, gran parte de la población tuvo que recurrir a las plantas silvestres, como consecuencia de los largos periodos de paro y salarios bajos. La escasa dieta hacía que las plantas recolectadas tuvieran importancia en la alimentación de muchos hogares. Pero plantas silvestres consumían todos, recolectándolas o comprándolas a la gente que las recolectaba, sobre todo mujeres. Así los acederones (Rumex scutatus), berros (Rorippa nasturtium-aquaticum), cardillos o tagarnillas (Scolymus hispanicus), collejas (Silene vulgaris), espárragos (Asparagus acutifolius y A. albus), romazas (Rumex pulcher) o verdolagas (Portulaca oleracea) eran preparadas de diversas formas, y formaban parte del conocimiento gastronómico local. Entre los hongos destacan las criadillas (Terfezia arenaria). En cuanto a las setas hubo una desigual consideración entre la gente, con áreas micófilas y micófobas. En algunas zonas de dehesa son de consumo habitual los boletos negros o tentullos (Boletus aereus), colmenillas o cagarrias (Morchella esculenta), champiñones (Agaricus campestris), níscalos (Lactarius deliciosus), oronjas o tanas (Amanita caesarea), parasoles o gallipiernas (Macrolepiota procera), setas de chopo (Agrocybe cylindracea) y setas de cardo (Pleurotus eryngii).
De la bellota se ha hablado más arriba. En pequeñas cantidades se podía coger libremente en el campo, sin que se considerase robo. También se comían los madroños (Arbutus unedo) y las moras (Rubus ulmifolius ).
Los muchachos chupaban a veces como golosina las flores de las lenguazas o algamulas, que llaman “chupaera”, y comían los frutillos verdes de las malvas (Lavatera cretica), llamadas quesitos. Para ser usado en los aliños se recolectaban el orégano (Origanum vulgare) y la mejorana (Thymus mastichina). Como medicinales se han empleado muchas especies. La manzanilla amarga (Chamaemelum nobile) y el poleo (Mentha pulegium) se usaban para infusiones. El poleo incluso era segado y vendido. Las infusiones de las flores de los majuelos o tileros (Crataegus monogyna) servían para calmar los nervios. Con la ruda se hacía un cocimiento para friegas contra los dolores. Algún ganadero recurría al beleño (Hyoscyamus albus) como medida preventiva de enfermedades tras la castración de los cochinos, y el torvisco (Daphne gnidium) se usaba como repelente, por ejemplo en la castración de animales. También eran utilizadas para uso humano o animal otras muchas especies como la cebolla albarrana (Urginea maritima) el gamón o la gamonita (Asphodelus albus) o la malva. No existía un mercado para este tipo de plantas, sino que se recogían cuando era su tiempo o cuando se necesitaban para autonconsumo, sin haber restricciones para la recolección.
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Otros
Otras plantas con usos de distinto tipo son la enea (Typha sp.), para “echar” asientos de sillas y para construir chozos; el junco (Scirpoides holoschoenus), también para vestir chozos o para atar haces; la juncia (Bolboschoenus maritimus), como ornamento el día del Corpus Christi; el gordolobo (Verbascum sp.) para pescar; pan de pastor o clavellina (Mantisalca salmantica) y giralda o doblones (Coleostephus myconis), para hacer escobajos; caña para techos, como mango de escobas o brochas y para usos muy diversos; pita (Agave americana)
para sogas; o gamonitas, como cañas de zambomba. En las riberas de los cauces crece la mimbrera que daba buenas varas para cestas y otros enseres y “madrinas” (varas de estructrura) para los chozos, al igual que las varas de chopo. Los tamujos (Flueggea tinctoria) de los barrancos y ríos proveían del material para hacer escobajos fuertes. Como combustible, ya sea para picón, carbón, leña o para encender la candela, se podían emplear el carrasco de encina, coscoja, jara, brezo, retama, escoba o aulaga. Como material para construcción, para cubiertas de chozas se podía utilizar casi cualquier clase de monte, pero especialmente las escobas y retamas que, al igual que la aulaga, servían como bardas para paredes. Las ramas de madroño se usaron en algunos casos para techumbre. Las aulagas se utilizaban igualmente para chamuscar los cochinos o hacer prados donde solear la ropa blanca. Las varas de la adelfa (Nerium oleander) servían para construir chozos, así como las de los chopos. Las técnicas de recolección variaban según el tipo de planta. Se cortaban con las manos acederones, berros, collejas, poleo o romazas. Se cortaban con navaja los cardillos, que también se podían arrancar con sacho o escardillo, y los espárragos. El monte se segaba, se arrancaba con azadón o con la mano cuando se podía. Se cogían con la mano los madroños o las flores del majuelo. La bellota se recogía del suelo a mano, y también podía varearse o hacerse caer a pedradas, como hacían los niños a veces. Las varas de mimbre, adelfa o chopo se cortaban con hacha, y se segaba con la hoz u hocino los juncos o la enea. Con la recolección se satisfacían las necesidades domésticas, alimentarias, medicinales, de materiales para construcción de viviendas y de utensilios, así como para el fuego. Se disponía de estos recursos libremente, salvo en el caso de recolección de bellotas en cantidad y de cargas de leña de matorral.
Actualmente el aumento del nivel de vida y la aparición en el mercado de todo tipo de productos ha hecho retroceder el consumo de plantas silvestres. Pero se consumen aún bellotas, berros, cardillos, collejas, espárragos o romazas y se usa el poleo, la manzanilla o el hinojo. La recolección de espárragos tiene un gran auge, ya que gracias a los medios de transporte actuales se realiza a veces en pueblos alejados. También está creciendo la recolección de setas, antes poco usual en algunos pueblos.
La recolección de estas plantas está relacionada con las demás prácticas de la dehesa, ya que según los usos del espacio encontramos unas especies u otras. Por ejemplo, el menor laboreo va en detrimento de las collejas y las especies del matorral; y ciertas especies son más propias de los eriales, como los cardillos.
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Otros usos
Manejo de recursos geológicos
CANTERÍA / ARCILLA / ARENALES
Los suelos arcillosos eran la fuente de materia prima que surtían a los hornos para hacer ladrillos y tejas. También los niños buscaban el “barro gallego” con el que hacer figuras. Para la construcción de tapias la más indicada era la “tierra cruda”. La arena se extraía de los ríos y barrancos, y los hornos de cal se situaban en zonas cercanas a la materia prima, por ejemplo a lo largo de tierras de la serie carbonatada. Para pintar los zócalos o ciertas paredes enteras, por ejemplo de las cocinas, se usaba la “tierra colorá”, que se encontraba en algunos lugares muy concretos y que conocían bien las mujeres. Se buscaban piedras para amoladeras, es decir, para afilar cuchillos, navajas o hachas, así como piedra blanca con la que coagular los cortes en el afeitado. Con la piedra que afloraba, por ejemplo en el laboreo, se construían calzadas, como freno para la erosión producida por el agua, y también majanos, montones de piedra en espacios menos productivos, en los que se resguardaban los conejos. Igualmente la piedra era material de construcción, por ejemplo para paredes. Actualmente no existen hornos de cal en los pueblos, y solo uno de ladrillos, pero que trae la materia prima de fuera desde hace varios años. La escasa arcilla de la zona no se utiliza, así como la tierra para pintar las paredes. Apenas se construyen paredes de piedra, aunque sí se reparan algunas. Tampoco se construyen calzadas. En algunas fincas, con ocasión por ejemplo de desmontes, sí se amontona alguna piedra o se echa a los cauces para frenar la fuerza del agua. Los áridos se extraen aún en algunos ríos.
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Actividades simbólicas o de sociabilidad
Las dehesas han sido lugares bien apropiados para rituales y actos sociales, como fiestas campestres, a la sombra o al cobijo de los árboles. Las innumerables jiras, del Domingo de Resurrección y el Lunes de Pascua, o las romerías, como la de San Isidro son ejemplo de ello, al igual que lo es la celebración de comidas colectivas o calderetas de borrego.
En las romerías actuales se montan casetas de feria donde se reúnen los grupos de amigos y familiares, muchas aún en dehesas, y también se siguen celebrando las jiras. El día de La Candelaria (2 de febrero) se continúan haciendo hogueras en algunos pueblos, con la leña de las encinas y olivos que se podan por esa fecha. Pero ante todo, el agroecosistema de dehesa se ha convertido en el paisaje de referencia de los extremeños. La encina aparece en el escudo de la comunidad autónoma y por doquier, al igual que la bellota, icono fundamental en la región. La comarca participa de esa misma identificación. Los productos de la dehesa, especialmente el cerdo ibérico, constituyen también un referente social importante en la región y la comarca. La palabra dehesa es utilizada profusamente en la publicidad, sobre todo turística, y es orgullo para dueños y grandes propietarios, que en las cancelas de entrada anteponen la palabra dehesa al nombre del predio. Cualquier imagen de la comarca que se quiere proyectar pasa irremisiblemente por incluir en ella a la dehesa.
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