
Agroecosistema - Dehesa (Badajoz)
Ecosistema: Agroecosistema - Dehesa. Comarca: Badajoz / Badajoz / Extremadura
Compuesta por sistemas de agricultura tradicional y agricultura convencional e industrial, incluyendo nuevas tendencias ecológicas, orgánicas… con el fin de obtener alimentos, fibras y otros materiales de origen biótico. También lo forman los sistemas ganaderos extensivos, con presencia o no de árboles, buena parte de los cuales mantienen usos mixtos y pueden calificarse como agrosilvopastorales.
La caza era una práctica habitual en el agroecosistema. En la dehesa tradicional era una fuente de ingresos solo para un reducido grupo de personas, gente de clases populares, jornaleros por lo general que, en momentos en que no tenían trabajo o en ratos libres, salían a cazar y vendían las piezas en el pueblo. También había gente que cazaba alguna pieza para autoconsumo. Las escopetas y su munición eran un bien relativamente escaso y costoso, por lo que la caza como ocio era algo infrecuente, estando reservada a gente pudiente.
Con la escopeta se cazaba al salto conejos, liebres (Lepus europaeus) y perdices (Alectoris rufa). En puestos era más frecuente la caza de palomas y tórtolas. Los ojeos, con batidores o “jucheadores”, eran más habituales para la perdiz. Igualmente en puestos se cazaba la perdiz con reclamo, para la que se apresaban con trampas pájaros que cantaran bien. Con reclamo de cimbel se cazaban también palomas. Las monterías no eran frecuentes, habida cuenta del escaso número de ciervos y jabalíes. Se daban solo en lugares de mucho matorral que, como hemos visto, no era lo habitual en dehesas llanas y/o laboreadas. Las gentes de clases populares cazaban con lazo conejos y liebres, además de otros animales que en ellos cayeran. También había quienes cazaban lanzando un garrote, sobre todo a liebres encamadas, cosa a la que eran aficionados ciertos pastores. La caza de algún lobo o zorro era gratificada por los dueños de fincas o el ayuntamiento.
En otoño e invierno se cazaban pájaros como cogujadas o cogutas (Galerida cristata), gorriones [Passer domesticus], estorninos o tordos (Sturnus unicolor), trigueros (Miliaria calandra) o zorzales (Turdus viscivorus). Eran atrapados con “costillas” (pequeña trampa de ballesta) utilizando como cebo un gusano, la hormiga con alas (alúa), grano de trigo o aceituna. Sobre todo los cazaban los muchachos, que también cazaban pajarillos con tirachinas y cogían nidos de diversas aves, como mirlos (Turdus merula). En los lugares donde beben los pájaros en verano se cazaba también con liga o liria, una suerte de pegamento, o con escopeta de balines. Otros pájaros que se mataban, se apresaban o se cogían los huevos de sus nidos eran el alcaudón o acaburdón (Lanius senator y L. Meridionalis), arrendajo o triguero [Garrulus glandarius], carbonero (Parus major, lavandera o churubita (Motacilla alba), gorrión chillón o gorriato montesino (Petronia petronia), herrerillo (Parus caeruleus), jilguero (Carduelis carduelis), y verderina (Emberiza cirlus). La caza tenía lugar a lo largo de gran parte del año, pues en verano podían cazarse tórtolas y palomas, además de pájaros en las aguas; en otoño e invierno liebres, conejos y perdices, así como pájaros con costillas; y la primavera era tiempo de nidos. La finalidad principal de la caza era la alimentación humana, raramente se practicaba por puro ocio. Pero también se conseguían pájaros de canto, siendo la caza de pequeñas aves y la búsqueda de sus nidos un entretenimiento para los niños. Aunque existían unos tiempos de veda establecidos por la autoridad, no siempre eran respetados.
Con la escopeta se cazaba al salto conejos, liebres (Lepus europaeus) y perdices (Alectoris rufa). En puestos era más frecuente la caza de palomas y tórtolas. Los ojeos, con batidores o “jucheadores”, eran más habituales para la perdiz. Igualmente en puestos se cazaba la perdiz con reclamo, para la que se apresaban con trampas pájaros que cantaran bien. Con reclamo de cimbel se cazaban también palomas. Las monterías no eran frecuentes, habida cuenta del escaso número de ciervos y jabalíes. Se daban solo en lugares de mucho matorral que, como hemos visto, no era lo habitual en dehesas llanas y/o laboreadas. Las gentes de clases populares cazaban con lazo conejos y liebres, además de otros animales que en ellos cayeran. También había quienes cazaban lanzando un garrote, sobre todo a liebres encamadas, cosa a la que eran aficionados ciertos pastores. La caza de algún lobo o zorro era gratificada por los dueños de fincas o el ayuntamiento.
En otoño e invierno se cazaban pájaros como cogujadas o cogutas (Galerida cristata), gorriones [Passer domesticus], estorninos o tordos (Sturnus unicolor), trigueros (Miliaria calandra) o zorzales (Turdus viscivorus). Eran atrapados con “costillas” (pequeña trampa de ballesta) utilizando como cebo un gusano, la hormiga con alas (alúa), grano de trigo o aceituna. Sobre todo los cazaban los muchachos, que también cazaban pajarillos con tirachinas y cogían nidos de diversas aves, como mirlos (Turdus merula). En los lugares donde beben los pájaros en verano se cazaba también con liga o liria, una suerte de pegamento, o con escopeta de balines. Otros pájaros que se mataban, se apresaban o se cogían los huevos de sus nidos eran el alcaudón o acaburdón (Lanius senator y L. Meridionalis), arrendajo o triguero [Garrulus glandarius], carbonero (Parus major, lavandera o churubita (Motacilla alba), gorrión chillón o gorriato montesino (Petronia petronia), herrerillo (Parus caeruleus), jilguero (Carduelis carduelis), y verderina (Emberiza cirlus). La caza tenía lugar a lo largo de gran parte del año, pues en verano podían cazarse tórtolas y palomas, además de pájaros en las aguas; en otoño e invierno liebres, conejos y perdices, así como pájaros con costillas; y la primavera era tiempo de nidos. La finalidad principal de la caza era la alimentación humana, raramente se practicaba por puro ocio. Pero también se conseguían pájaros de canto, siendo la caza de pequeñas aves y la búsqueda de sus nidos un entretenimiento para los niños. Aunque existían unos tiempos de veda establecidos por la autoridad, no siempre eran respetados.
Rituales, antes exclusivos de las clases altas que practicaban la caza y que en la comarca nunca se dieron, como el bautizo del novicio en la caza mayor, ahora empiezan a proliferar con el aumento de las monterías. Actualmente, la caza como actividad económica ha cobrado bastante auge en la dehesa, alquilándose cotos de caza que han proliferado por doquier, bien privados, o bien de sociedades locales de cazadores.
La caza se practica hoy en día por ocio, aunque alguna que otra pieza pueda venderse. Ha aumentado enormemente el número de cazadores, tanto de los pueblos como de fuera, debido a la facilidad de los desplazamientos con los nuevos medios de transporte y el aumento de nivel adquisitivo. Todo ello ha supuesto una fuerte presión sobre liebres, perdices y conejos. A este asunto se une el descenso de los cultivos, lo que explica la menor presencia de palomas y de tórtolas comunes, aunque ha aumentado el número de tórtolas turcas [Streptopelia decaocto], desconocidas hasta hace un par de décadas. Con el avance del matorral también ha aumentado la población de ciervos, jabalíes y zorros. Los dos primeros son ahora buscados para monterías o ganchos, en cotos de grandes fincas, o “furtiveados” por cazadores locales. Los zorros también se cazan en batidas, sobre todo por sociedades locales de cazadores. La caza con costillas y tirachinas es ya anecdótica, entre otras cosas debido a la estricta normativa sobre aves, especialmente insectívoras.
Las sociedades locales de cazadores han emergido como entidades importantes en los pueblos, para que puedan cazar los vecinos, y para gestionar la caza y relacionarse con el territorio. Ahora bien, la mayoría de los terrenos suelen ser cotos privados.
La caza se practica hoy en día por ocio, aunque alguna que otra pieza pueda venderse. Ha aumentado enormemente el número de cazadores, tanto de los pueblos como de fuera, debido a la facilidad de los desplazamientos con los nuevos medios de transporte y el aumento de nivel adquisitivo. Todo ello ha supuesto una fuerte presión sobre liebres, perdices y conejos. A este asunto se une el descenso de los cultivos, lo que explica la menor presencia de palomas y de tórtolas comunes, aunque ha aumentado el número de tórtolas turcas [Streptopelia decaocto], desconocidas hasta hace un par de décadas. Con el avance del matorral también ha aumentado la población de ciervos, jabalíes y zorros. Los dos primeros son ahora buscados para monterías o ganchos, en cotos de grandes fincas, o “furtiveados” por cazadores locales. Los zorros también se cazan en batidas, sobre todo por sociedades locales de cazadores. La caza con costillas y tirachinas es ya anecdótica, entre otras cosas debido a la estricta normativa sobre aves, especialmente insectívoras.
Las sociedades locales de cazadores han emergido como entidades importantes en los pueblos, para que puedan cazar los vecinos, y para gestionar la caza y relacionarse con el territorio. Ahora bien, la mayoría de los terrenos suelen ser cotos privados.